"Primero hago, luego pienso". ¿Podrá Colapinto seguir siendo tan 'franco' en la Fórmula 1?

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Rendir -y sobrevivir- en la Fórmula 1 es algo más que manejar un volante.Max Verstappen, tricampeón del mundo, fue sancionado con labores de asistencia social por su lenguaje ("Fucked"...) en la rueda de prensa de Singapur, con la FIA apretando las tenazas del control del lenguaje y comportamiento de los pilotos, fuera y dentro del monoplaza.

"Tienes que estar preparado para ser un modelo a seguir cuando quieras hacerlo, y cuando no quieras hacerlo, igual. Cuando quieres decir algo que no es correcto, tienes que controlarte y ser políticamente correcto", explicaba Fernando Alonso en un reciente acto promocional de Aston Martin en India, reflexionando sobre el comportamiento y la responsabilidad social de los pilotos.

Vienen al caso del argentino Franco Colapinto, cuya meteórica proyección con solo tres grandes premios en Williams ha tomado al asalto a la Fórmula 1. Sorprendía que alguien relativamente desconocido en España fuera llamado a uno de los programas de entretenimiento de mayor audiencia como El Hormiguero, en el que derrochó frescura, simpatía y desparpajo, pero también alguna que otra pasada de frenada con su desenfado.

Aunque en Argentina ya es un verdadero fenómeno social. "Creo que te va a ir de p... madre, que vas a ser una estrella…" le aventuraba Pablo Motos en la entrevista, atraído lógicamente más por su personalidad que por una virtud como piloto que quizás no pueda calibrar por igual. Aunque quienes disfrutan con tan chispeante personalidad, tendrán que esperar a que el argentino pase por el cedazo deportivo y mediático de la Fórmula 1.

A ver qué queda entonces, porque hasta qué punto este locuaz y divertido Colapinto pueda mantener tan singular perfil residirá uno de los atractivos de su historia, que aún debe quemar varias etapas si consiguiera asentarse finalmente en ella. Qué pregunten a Lando Norris, por ejemplo.

Aquí nadie da puntada sin hilo

La entrevista en El Hormiguero fue un golpe maestro, tanto para el programa como para el piloto. Pablo Motos acertó al traer a un protagonista aún desconocido en España, pero que deparó gran repercusión y buenos momentos. Aunque tanto mérito tenían los representantes del piloto – presentes en la grada- por colocarle en semejante espacio, como la marca de ropa que le patrocinaba.

Incluso jugando con ese pantalón que llevaba todavía grapado el botón antirrobo de la tienda, que sirvió para exhibir a lo grande el nombre de la marca a la espalda del piloto. Antes, Colapinto había sacado el casco de regalo en una bolsa de la marca. Aquí nadie da puntada sin hilo.

Obviamente, a Colapinto le pidieron que saliera a divertirse, y no se cortó un pelo. Obviamente, el estudio de El Hormiguero no es un paddock de Fórmula 1. El desinhibido comportamiento y lenguaje -en la Fórmula 1 le hubieran pitado los oídos- que se permitió aquí, no es el de la profesionalidad de los circuitos. Incluso Franco le marcaba el territorio a Motos, no quería la solemnidad de las carreras.

Porque el argentino será joven, pero no tonto. Tiene horas de vuelo muy vividas y aprovechó para exhibir a un joven chistoso, desenfadado, un punto irreverente, en ocasiones sin saber medir el alcance de esa espontaneidad. Un paddock, donde realmente se juegan los garbanzos, es otra historia.

Una personalidad innata

Aunque resultaba obvio que Colapinto mostraba en El Hormiguero una personalidad innata.James Vowles, responsable de Williams, contaba que tuvo que cortar su discurso ante el equipo en el paddock de Monza. Llevaba cuatro minutos hablando sin parar, y se acababa el tiempo. Sin embargo, el Colapinto visto en El Hormiguero también reflejaba el poso de una intensa vida comprimida en siete años, desde que era todavía un niño, una que otros jóvenes no vivirían en el doble de tiempo. "Más que Williams te la jugaste, porque ponerme aquí, acá… Puedes salir muy mal", le bromeaba Colapinto a Pablo Motos, consciente de su singular personalidad.

Franco contaba cómo, con tan solo catorce años, emigró a Italia para correr en karts, viviendo solo en el altillo de la fábrica. Al igual Robert Kubica, Sergio Pérez u otros tantos pilotos dispuestos desde la infancia a cualquier sacrificio para llegar a la Fórmula 1. Colapinto hubo de buscarse la vida y ascender por la dura pirámide de la competición internacional, alejado de los tuyos desde una edad en la que otros niños siguen con las canicas. "Creces muy de golpe, fue una vida de 14 años y que va al colegio con los amigos, a pasar a vivir en la fábrica…". Obviamente, un respeto por ello, y un carácter de ello.

Ideal para la presión

Un perfil que le ha permitido afrontar con éxito -y sobresaliente- el primer impacto de la Fórmula 1, mediada la temporada, en un media tabla como Williams. Gran Premio de Azerbaiyán. El argentino estampaba su monoplaza en la primera sesión de libres, su segundo gran premio. Lejos de perder la confianza, Colapinto se remontó y logró puntuar en circuito de muros sin margen para el error. En Singapur terminó el sábado a 7 milésimas de su compañero, Alex Albon, en uno de los trazados más difíciles del calendario. Con una salida cañón el domingo, todo confianza, superó a varios monoplazas en la primera curva. Sin miedos ni complejos.

Ahora bien, Colapinto aún no ha entrado totalmente en combate, aunque se esté ganando el afecto generalizado. De momento, necesita lograr un asiento para 2025, nada asegurado. Si lo consigue, el efecto novedad y de frescura, de osadía e irreverencia se verá sometido al escrutinio deportivo y mediático, a la presión de los patrocinadores, de las redes sociales. En definitiva, a la Fórmula 1 en su verdadera y amplia dimensión. "Aquí, la mitad de los pilotos viven en la paranoia, desdoblados entre quienes deben ser y quienes son en la realidad", te contaba una voz con conchas de galápago en el paddock.

"Primero hago, luego pienso"

"Seguiré divirtiéndome, seguiré haciendo bromas y haciendo lo que hago. Pero hay momentos en los que tal vez necesite, no cambiar mi enfoque, porque cada vez que necesitaba trabajar en cosas y concentrarme lo hice, pero las cosas pueden retratarse de manera bastante diferente de lo que sé y veo de mí mismo en comparación con el mundo exterior". Lando Norris podría ilustrar el ejemplo de alguien que llegó a la Fórmula 1 con una gran frescura y naturalidad, pero que debió modular la percepción que transmitía hacia un perfil más sobrio, contenido y adulto.

"Mucha gente me ve hacer bromas y lo que sea, y por lo tanto. me echa mucha culpa de los errores que cometo al verme como si no estuviera concentrado en comparación con otros pilotos", explicaba el británico. Con la presión de las redes sociales, los resultados y la lucha por el título, la Fórmula 1 ya no disfruta de aquel Lando Norris risueño, divertido y jovial, que tarareaba las canciones en la parrilla o se partía de risa con Daniel Ricciardo en las ruedas de prensa.

Javier Rubio

¿Qué será de Franco Colapinto y su arrolladora personalidad? "Actúo, hago cosas, y luego pienso en lo que hice. Hubo un pibe que hizo un vídeo sobre mi forma de pensar, y es cierto, hago y después pienso. No me va mal, pero hago muchas cagadas", explicaba de sí mismo en El Hormiguero. Puede que para triunfar en la Fórmula 1, algún día, Franco Colapinto tenga que hacer precisamente lo contrario.

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